Avanzando rápidamente hasta hoy, mi práctica de movimiento se ve muy diferente. Con este cambio, de una práctica puramente centrada en la danza al entrenamiento de resistencia y el trabajo de fuerza-flexibilidad con Pilates y Yoga, mi comprensión de la recuperación ha evolucionado drásticamente.
La recuperación no es solo una clase de descanso o relajación. Es una respuesta fisiológica al ejercicio. Cuando desafías a tu cuerpo con suficiente estrés, como levantar, cargar o empujar, creas pequeñas alteraciones en tu sistema que requieren reparación y reconstrucción. La recuperación requiere tiempo y recursos para lograrlo: descanso adecuado, es decir, sueño y nutrición.
Sin embargo, sin un estímulo de entrenamiento significativo (sin ejercicio destinado a generar estos cambios, como fuerza y flexibilidad, por ejemplo), no hay nada de lo que recuperarse. Cuando solo practicaba danza, no lo comprendía del todo. Pensaba que estaba en forma, pero en realidad, a menudo tenía dolor. No era tan fuerte como ahora, a los 44 años. También me cansaba con facilidad y me quedaba sin aliento después de tareas sencillas como subir las escaleras. La transición al entrenamiento de fuerza-resistencia a finales de mis 30 y 40 años me enseñó que el verdadero cambio se produce con la combinación de ejercicio y recuperación.
Una dura lección sobre la recuperación
Como muchas lecciones, aprendí esta de la manera más difícil. Después de mi primer teacher training de yoga (2019), cometí un error crítico: no ajusté mi entrenamiento. En lugar de reducirlo, seguí practicando como lo hacía normalmente, lo más rápido posible en cada entrenamiento. Todas las mañanas, me despertaba con dolor en los isquiotibiales de ambos lados. Pero ignoré las señales de advertencia, hasta que el dolor se volvió tan severo que no podía practicar en absoluto. Esa experiencia fue una llamada de atención. Mi mala gestión del estrés del entrenamiento y mi falta de recuperación habían llevado directamente a la lesión.
Recuperación con R mayúscula frente a r minúscula
Esa lesión me obligó a repensar mi enfoque de la recuperación y su lado opuesto, el entrenamiento. Me di cuenta de que la recuperación no era algo que pudiera marcar como obligatorio, como rodar sobre foam rollers, pelotas terapéuticas o sentarme en un turco. La recuperación consistía en darle a mi cuerpo el tiempo y los recursos que necesitaba para reconstruirse y adaptarse.
Ahora, pienso en la recuperación en dos categorías:
- Recuperación con R mayúscula: la base de la adaptación cuando, después del ejercicio, el cuerpo se involucra en procesos fisiológicos complejos para repararse y reconstruirse. Estos procesos se ven favorecidos principalmente por un sueño, una nutrición y una hidratación adecuados, así como por una gestión inteligente de la carga de entrenamiento, sin hacer demasiado, demasiado pronto. Una lección que puedo sacar de esto es que he aprendido a variar la intensidad de mi práctica. Me muevo lento y controlado la mayor parte del tiempo y reservo el trabajo de intensidad para sesiones ocasionales. También he aprendido a comer más, específicamente más carbohidratos. Darle a mi cuerpo este tiempo y estos recursos me ha ayudado a tener lo que necesito para reconstruirme.
- Recuperación con una pequeña r: los extras que te hacen sentir bien, algunos de mis favoritos son el masaje, prácticas restaurativas, masajes de tejido profundo, por nombrar algunos. Si bien estas prácticas pueden ayudar con la relajación y el restablecimiento mental, no afectan significativamente el proceso de reparación y reconstrucción fisiológica de la recuperación.
Recuperación como resiliencia
La resiliencia es la capacidad de manejar el estrés, recuperarse y adaptarse con el tiempo. No se trata solo de recuperarse, sino de estar mejor equipado para enfrentar desafíos futuros. En el contexto del entrenamiento físico, la resiliencia proviene de la interacción entre el ejercicio suficiente y la recuperación adecuada con una gran R. (Cuando solo hacía danza, no tenía suficiente estrés por el ejercicio. Cuando recién empezaba Pilates, no tenía suficiente recuperación).
Cuando empezamos a someter a nuestro cuerpo a un estrés suficiente a través del ejercicio, le enviamos una señal para que se adapte, pero los cambios positivos que buscamos no ocurren durante el ejercicio, sino durante la recuperación. Es durante la recuperación que nuestro cuerpo mejora su capacidad para las demandas futuras.
Al darle a nuestro cuerpo el tiempo y los recursos que necesita para hacer lo que es simplemente magnífico en hacer (cambiar según lo que hagamos con él), estamos creando las condiciones para el crecimiento y la mejora. Con el tiempo, este ciclo de estrés, recuperación y adaptación construye un cuerpo más robusto y capaz, que es la esencia de la resiliencia. Nos equipamos para afrontar mayores desafíos, en el entrenamiento y en la vida.
Piensa en la recuperación como si estuvieras llenando un agujero y luego construyendo la base un poco más arriba. El ejercicio cava el agujero, pero sin recuperación, el agujero permanece, lo que lleva a lesiones o agotamiento. Sin embargo, sin el ejercicio adecuado, no hay ningún agujero que llenar en primer lugar y el cuerpo no mantendrá su fuerza o resistencia. Es un proceso de úsalo o piérdelo.
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Ana María Mejía Vélez
AMMV
Directora
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