Ana María Mejía Vélez – Directora
Mi vida ha estado movida por dos pasiones: la danza y los gatos.
– “Te quedaste sin cuello”. Así me recibió el médico de urgencias de la Clínica Las Américas ese miércoles de agosto del 2011, eran como las nueve de la noche. Acababa de terminar una jornada de trabajo desde las cuatro de la tarde en la Academia JAZZDANCE, tarde en la cual, dictando una de mis primeras clases de jazz con niñas, mi cuello se rectificó y sufrió una parálisis, que comúnmente la gente llama “mico”, pero que yo en realidad lo llamé “gorila”.
– “Tienes una Cervicodorsaligia mecánica, sin signos de pinzamiento en región cervico dorsal y sin pérdida de la fuerza; con espasmo para vertebral y de supraespinoso y subescapular”, – “no observo lesión nerviosa”, me decía el médico, – “apliquemos analgésicos y antiinflamatorios esta noche para bajarte el dolor y tomamos una tanda de esteroides”, ¿ESTEROIDES… NI A BALA? Soy una mujer con tendencia hacia lo natural, además de creer tener súper poderes… soy capricorniana con ascendente sagitario, así que, como se podrán imaginar, terca como una cabra y con el empuje de un centauro…, por lo cual no me gustan los medicamentos.
Esta crisis desencadenó en una serie de eventos posteriores que me llevaron a identificar, con apoyo de médicos deportólogos, anestesiólogos, bioenergéticos, fisiatras, fisioterapeutas, que mi cuello había sufrido una deshidratación en los discos intervertebrales.
En otras palabras… – “Me quedé sin cuello”. Todo mi sistema de amortiguación y estabilización, estaba rígido y la no presencia de humedad, no me permitía absorber los impactos, – “No podía saltar, no podía zapatear… no podía bailar”.
En la búsqueda por la recuperación se llegó a la opción de los bloqueos cervicales. El procedimiento del bloqueo de los nervios paravertebrales facetarios. Y así fue, tres bloqueos cervicales, uno cada año, 2011, 2012, 2013, siendo este último programado el día de mi cumpleaños, vientres de diciembre, donde mi cuello tenía más cara de parecer el cuello de Neo en la película Matrix, por la cantidad de perforaciones, que el cuello largo de una bailarina.
Ahora sí… – “Me quedé sin cuello”. La recuperación fue más dura que la misma operación; quieta, inmóvil, usando cuello ortopédico para no lastimarme, furiosa conmigo misma, llena de ira con mis entrenamientos, —isolations and disociations—, ¿por qué me pasó esto a mí?, ¿qué sucedió ese año?
En el año 2010, había tomado una decisión radical en mi vida que fue pasar de la vida como empleada a la vida de independiente, la cual posiblemente elevó mis niveles de estrés ayudó al aceleramiento del proceso degenerativo y luego a la lesión.
Como decía, mi vida ha estado movida por dos pasiones: la danza y los gatos, con estos últimos le apunté a un desarrollo innovador que fue montar la primera tienda online especializada en productos para gatos de la ciudad de Medellín. La lesión, que narraba, ocurrió en agosto de 2011, un año después de haberme vuelto independiente y desarrollar primer año de actividades en Fofuras Felinas, mi tienda online, y con la decisión ese año de bailar, por encima de todo, de las altas cargas de trabajo, el entrenamiento y estrés, que ya habían surtido efecto en mi cuerpo.
La frustración fue a todo nivel: primero, tenía mi máximo desempeño en danza, pertenecía al grupo de proyección, a la compañía de tapdance, estaba indagando en nuevas técnicas, me habían entregado la responsabilidad de más grupos… –¿y no poder bailar?, –¿por qué me pasó esto a mí? Adicionalmente, la lesión en mi rodilla (condromalacia patelar), tampoco estaba ayudando, pero de eso hablaremos en otra instancia.
Luego de miles de reclamos hacia mi persona, “garrote” como le dice la gente popularmente, empiezan todos los procesos reflexivos. Los bloqueos cervicales y la actividad intensa en fisioterapias, no lograron en mí sino generar mayores niveles de lesión. El tipo de danzas en las cuales me desempeño, ballet clásico, danza moderna, jazz y tapdance, exigen verticalidad, centros de gravedad altos, ligereza y elongación. Con tanto dolor, todos mis movimientos se condicionaron a ese estímulo negativo constante. Ya bailar se había tornado en un sacrificio y todas esas señales nerviosas dolorosas afectaban no sólo mi rendimiento físico, sino mi sentir (inspiración), afectando mi creatividad como maestra y coreógrafa y relegándome a las líneas de atrás de los escenarios.
–¿Qué más pasó?, ¿qué más hizo que yo me lesionara? Si hacemos un recuento de horarios de ensayo, prácticas, clases dictadas y tomadas, yo podría estar bailando entre 6 y 8 horas y más intenso en épocas pre espectáculos. –¿Sobreentrenamiento?, ¿falta de entrenamiento?, ¿alimentación sin controles, o mala alimentación?, (nunca he sufrido de desórdenes tales como anorexia o bulimia, pero si ayunos extremos). –¿Y qué va a pasar conmigo?, acostumbrada a ser la mejor la mejor siempre, ser tan perfeccionista, –¿cómo aceptar la perdida, el fracaso, el error?
Ya para finales del 2013 había agotado los manejos terapéuticos, las terapias físicas, los analgésicos, –¿otro bloqueo?… el médico encargado entendió mi situación, mi frustración al no poder bailar, además de haberse convertido en mi trabajo, era mi pasión. Es así como al “Dr. Monito”, (así le decía porque era un bizcochuelo), se le ocurrió sugerirme otro tipo de terapia física llamada Pilates. Ya lo había practicado sin mucho interés, pero decidí que era una buena opción, la cual ratifique con los años.
Texto tomado de www.pilatesstudio.com.co
“Pilates es un ejercicio que utiliza movimientos técnicos coordinados y controlados. Mejora la técnica de control muscular, la coordinación, la flexibilidad, la fuerza y la secuencia motriz. Ayuda a la postura, la respiración y el equilibrio, la conciencia corporal y aumenta la eficiencia del movimiento, crea un físico tonificado y alargado, además de proteger el cuerpo contra el desgaste y las lesiones.
La técnica de entrenamiento de Pilates se centra en la conexión de la mente con el cuerpo para crear ejercicios que involucran el todo. Cada ejercicio se realiza con la atención a la respiración, la forma apropiada y los patrones de movimiento eficientes. Pilates fortalece el “core”, mejora el equilibrio y la conciencia del cuerpo, aumenta la coordinación y disminuye el estrés.
En Pilates la calidad del movimiento se valora sobre la cantidad de repeticiones. La respiración adecuada es esencial y le ayuda a ejecutar los movimientos con la máxima potencia y eficiencia.
Al hacer hincapié en la respiración adecuada, la alineación apropiada de la columna, la pelvis y la concentración, usted logra sintonizarse con su cuerpo a través del fluir de los movimientos.
Pilates es un sistema de ejercicios extremadamente flexible. Las modificaciones a los ejercicios permiten un rango de dificultad que van desde principiantes hasta avanzados. Consigue el mejor entrenamiento que se adapte a cada persona ahora, y aumente la intensidad a medida que su cuerpo se acondiciona”.
–¿Cómo no había conocido esto antes? El Pilates, con sus ejercicios sentados y acostados y el uso de cargas parciales de peso, empezó a surtir efecto en mí y darme la mejoría que ningún bloqueo logró. Siendo sesiones de ejercicios desafiantes lograban calmar mi espíritu competitivo, aprender a respirar correctamente me ayudó a reducir el estrés y lo más importante, el Pilates logró crearme un cuerpo acondicionado y mejorar el rendimiento deportivo, en mi caso, bailar y prevenir lesiones, –no me he vuelto a lesionar–.
Con todo lo anterior, la pregunta ronda en mi mente: –¿por qué esto me pasó a mi como bailarina?… algunas de reflexiones apuntan a la importancia de entrenamientos físicos dirigidos, diferentes a los entrenamientos coreográficos o escenográficos, los primeros con el fin de mejorar las capacidades físicas del bailarín y los últimos en dotarlo de destrezas interpretativas del arte mismo de la danza.
No considero que la danza sea sólo arte, o sólo deporte, o sólo actividad física; es una mezcla altamente sensible en sus proporciones para lograr bailarines no sólo fuertes de mente, sino fuertes de cuerpo y espíritu. Puedo decir por experiencia personal que el bailarín es un mal deportista, no calentamos y entramos a escenario o a una clase de danza a exigirle al cuerpo el trescientos por ciento; los entendidos del tema sabrán a lo que me refiero, por ejemplo, con los penché en avant, penché en arrière, con los que se inicia una clase de ballet, y para los no entendidos, los grandes arcos que caracteriza la danza clásica. Hoy no conozco ningún colega que no se haya lesionado menos de dos veces en su carrera como artista.
No estoy de pelea con los profesores de danza actuales, ni con el modelo de danza académica que rige en academias privadas, entes universitarios o colectivos, por el contrario, deseo apoyar toda la labor, al establecer programas específicos de entrenamiento para bailarines que permitan prevenir lesiones, mejorar la técnica de danza, aumentar la comprensión de los principios del movimiento y prepararlos para las demandas de su forma de danza.
Mi vida ahora no sólo la mueve la pasión por la danza y el amor por los gatos: Pilates me devolvió la vida y me dio una vida.