Si te alejas demasiado, lo perderás de vista; Si te acercas demasiado, recibirás una fuerte patada. A través de prueba y error, oscilas entre dos extremos hasta que descubres que necesitas ir lento y constante. Entonces el caballo no huye y, si tienes paciencia, puede que incluso te permita tocarlo.

El segundo desafío es montarlo.

Prueba y error, una vez más. A veces te despista y casi te pisotea, y a veces aprietas el arnés con tanta fuerza que se convierte en una mula perezosa. Entonces es cuando te das cuenta de que sólo puedes montar a caballo en sus propios términos. Unos preciosos momentos de equilibrio sobre su espalda, saboreando la libertad, sintiendo la interconexión.

La comprensión profunda muy dentro de tus entrañas de que el caballo es realmente tu reflejo, una proyección de tu propia mente. ¿Qué te impide montarlo siempre?

Tan pronto como este pensamiento pasa por tu mente, el caballo te descubre y te desvía de nuevo, como si pudiera leer tus pensamientos. La mente capta el aliento de la mente.

Ahora el caballo se separa de ti una vez más y se para frente a ti, desenfrenado como antes. No puedes hacer trampa para acercarte a él; tienes que abrirle tu corazón. Dejar caer el disfraz del ego que todo lo sabe. Tienes que convertirte en un principiante sincero, un explorador receptivo.

Y lo más difícil está por llegar. Es el último desafío:

Darlo todo sin esperar nada a cambio.

No eres dueño del caballo. No lo controlas. Lo único que importa es tu noble objetivo y perseguirlo. Convertirte en el mejor jinete de un caballo que no se puede montar.

Es natural que dudes de tus motivos, que consideres el costo de tu elección: si después de todo valió la pena o cómo sería la vida sin este compromiso que no trae nada a cambio.

Y de repente te das cuenta de que te has vuelto sabio. Y ser sabio significa tener conciencia constante de que eres un idiota. Toda tu vida se ha desarrollado gracias a este objetivo difícil de alcanzar que te propusiste. Mientras fantaseabas con la vida a caballo, en realidad la vida estaba sucediendo ahí mismo: cuando te caías, cuando pensabas “al diablo con esto”, cuando te avergonzabas, cuando pensabas que lo tenías, cuando gastabas tu dinero en jinetes famosos con la esperanza de que te enseñaran los secretos de la equitación.

Si aprendiste la lección, bien, eres libre. Si no, no te preocupes, tendrás muchas vidas para cazar al caballo.